El desembarco

Terminada la procesión marítima alrededor de la bahía, la imagen del Bom Jesus dos Navegantes y su comitiva finalmente arribaron la playa en Salvador de Bahía, un nordestinamente tórrido primero de enero de 1982. Pero para llegar hasta la franja de arena seca había que recorrer un corto trecho de agua, y un fornido guardavidas decidió evitarle al cura la mojadura de pies y tomándolo en sus brazos musculosos, en unos segundos lo depositó bien en tierra firme.
Durante esos breves momentos de aéreo transporte, el pobre padrecito no tuvo otra opción que dejarse llevar como un muñequito, exibiendo una tímida sonrisa que bien podía ser de excusa por la molestia causada, o también de vergüenza, perfectamente consciente de las connotaciones simbólicas de corte político o sociológico (o incluso peores), que podía sugerir la escena; es bien conocido que por todas partes pululan seres aviesos y mal intencionados, incluso demoníacos, o por qué no decirlo claramente, ateos y comunistas, siempre dispuestos a encontrarle su ángulo ridículo a todas las situaciones, aún a las más inocentes.

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