El espejo

Los espejos siempre me intrigaron, con esa costumbre tan suya de devolvernos nuestra propia imagen, como si no les interesase tener nada que ver con ella y porque tengo la convicción -aunque no podría probarlo- que nos ocultan adrede la existencia de una realidad diferente.
Cuando este espejo pasó a mi lado cargado por un deconocido, en pleno centro de la ciudad de México, instintivamente lo encuadré con mi cámara, y de inmediato ocurrió lo inevitable: dejé de saber dónde estaba el mundo real y dónde comenzaba el virtual.
Hoy en día, con esto de internet, he dejado de preocuparme, pues el límite entre lo real y lo virtual es cada vez más tenue y confuso y creo que no vale la pena preocuparse por algo que de cualquier modo no podremos resolver.

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