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Cada día los periodistas generamos un volumen de información que nadie podría asimilar en su totalidad. Alimentamos el mercado informativo con algunas noticias importantes, con muchas otras no tan relevantes y finalmente con algunas -demasiadas, quizás- absolutamente banales y prescindibles, pero que igualmente tienen sus consumidores. Son las reglas del juego: se vende lo que se publica y se publica lo que se vende, de eso vivimos y nadie se llama a engaño al respecto. El truco -lo mismo para los periodistas que para los receptores de nuestros productos- consiste en lograr separar lo importante de lo que no lo es, como en casi todos los órdenes de la vida.
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