Durante una visita al departamento de Anatomía de mi vieja facultad, Medicina, me crucé en un sombrío corredor con este curioso personaje, probablemente salido de un libro o una película de Clive Barker, que parecía estar encandilado por la luz que entraba por ventana. Por suerte para él, la facultad, construida a principios del siglo XX con criterios arquitectónicos del XIX, no se caracteriza precisamente por la abundancia de luz natural que dejan entrar sus aberturas.
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