Ciudad fantasma
Durante casi dos horas, las calles estuvieron desiertas, y lo único que se movía en ellas eran esas pajas redondas que el viento arrastra junto con el polvo en las películas de vaqueros.
En las casas, cafés y almacenes, en cambio, palpitaba el corazón de los uruguayos como en el pecho de las estatuas de piedra en Los visitantes de la noche (Marcel Carné, 1942), pero al final, empate mediante, las cosas retornaron a su aburrida cotidianeidad. Hasta el próximo partido, por supuesto.
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