El guardián del templo



La mujer ponía ofrendas matinales a la entrada del templo Merta Sari, en Ubud, Bali, y cuando le llegó el turno de hacerlo frente a uno de los feroces guardianes de piedra, me pareció ver que el animal ponía cara de disgusto.
No es para menos: unas florcitas, un poco de incienso y de agüita no alcanzan para nada, no sé si la señora era muy tacaña o demasiado ingenua, pero en eso le doy toda la razón al monstruo.

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