Pantafotos

E n Buenos Aires uno puede recorrer las calles del centro y de algunos barrios tradicionales, mirando hacia arriba, como si estuviese en babia. En el siempre deseable, aunque hipotético caso, de que sobreviva a los inevitables atropellamientos por parte de los enloquecidos vehículos o de los frenéticos y siempre apresurados peatones, podrá descubrir otra ciudad, oculta allá arriba desde siempre, aguardando esperanzada a que un puñado de elegidos aprecien sus encantos.

L os habitantes de las grandes ciudades, obligados a compartir poco espacio entre muchos, apelan a algunos recursos, como al de la indiferencia, para tener al menos, aunque sea de manera un tanto ilusoria, un mínimo de intimidad. La pareja de la izquierda discutía animada junto al joven sin techo, o mejor dicho, con el cielo como techo, que dormía apaciblemente con las manos cruzadas sobre el pecho, como un difunto en su ataúd.

C ontinuando un poco con el tema de ayer, esta vez va la imagen de esta joven florista en la calle Florida (valga la redundancia), enfrascada en su libro.

C omo he vivido la mayor parte de mi vida en una ciudad relativamente pequeña, como es Montevideo, cada vez que voy a una de esas urbes populosas como Buenos Aires, me sorprendo al ver cómo aún en medio de la multitud y la agitación, sus habitantes consiguen aislarse y vivir, aunque no sea por mucho rato, en un mundo enteramente personal.

L a semana pasada estuve en Buenos Aires y aproveché para fotografiar unos cuantos temas que siempre trabajo cuando voy, entre ellos su interesantísima arquitectura, y de paso probar un nuevo lente para mi cámara.

U tilizar cámaras de formato medio o grande permite un mayor registro de detalles y tonalidades, característica difícil de apreciar en las fotografías publicadas en la web. Pero al menos es posible darse una idea de lo fotografiado e imaginar, con un poco de buena voluntad, cuánto mejor queda la imagen impresa a buen tamaño. Pero eso ocurre con todas las imágenes; internet hace que queden muchas cosas por el camino, pero al menos estimula la imaginación. Esta fotografía la tomé en 1994 en Argentina, retornando del sur de Chile, en un pequeño santuario en honor de San Sebastián, patrono de los conductores, situado a un lado de la ruta.

A pocas cuadras de mi casa encontré esta "ruinita", en el barrio Palermo, en Montevideo. Con un poco de imaginación uno podría creerse en la lejana Sicilia, contemplando alguna ruina helénica.

E ste confortable y espléndidamente decorado asiento en el jardín de un palazzo en Sicilia también fue motivo para mi cámara de 6x6. No probé, pero probablemente sentarse en él debía de ser casi tan fastidioso como instalar la cámara en el trípode.

A apenas un par de cuadras de mi casa encontré esta construcción de aspecto más bien ruinoso , que parecía estar allí para recordarme que a veces no hace falta ir muy lejos para encontrar los temas.

E n otro Palermo, pero esta vez no en Sicilia, sino en el barrio Palermo, en Montevideo, encontré estas otras extrañas ruinas, compuestas por piedras de forma aproximadamente cúbica y extrañamente regulares, probablemente dejadas hace ya mucho por una civilización antigua y ya perdida en la noche de los tiempos.

E ra pleno invierno, pero las pequeñas flores se empeñaban en alegrarnos el día gris y lluvioso. Eran tan hermosas que casi empañaban la visión de las espléndidas ruinas del los templos helénicos, absortos en su eterno sueño de gloria.

F ui de visita al Museo Blanes y en el jardín de la vieja casona me estaba esperando este macetón para que lo fotografiase, cosa que hice graciosamente y sin hacerme rogar.

P asearse por la ciudad adonde uno vive y trabaja un domingo por la tarde puede ofrecer una perspectiva diferente. Esta imagen la tomé en la Ciudad Vieja cerca de la rambla portuaria, un domingo de enero de 1995.

F otografiar con cámaras de formato medio o grande requiere una actitud diferente a hacerlo con cámaras de formato pequeño. El acto fotográfico se lleva a cabo de una manera más premeditada. A veces hay que utilizar un trípode, exposiciones más largas, para poder tener una mayor profundidad de campo, y otras consideraciones que no vienen al caso. Esta foto la tomé en el hotel en Santiago en el que nos estábamos quedando; no hace falta moverse mucho para encontrar tema si una sabe, al menos, qué es lo que busca y se predispone a dejarse sorprender por el hallazgo.

E n los últimos días he estado en contacto (a distancia) con mi viejo amigo, el gran fotógrafo gaúcho Luiz Carlos Felizardo, a quien se le rindió un merecido homenaje en la última semana de fotografía de Porto Alegre. Nos conocimos en la semana de la fotografía en Ouro Preto, en 1987, un evento al que todos los que tuvimos la suerte de asistir recordamos con cariño. Luego nos vimos varias veces más, en Porto Alegre y aquí en Montevideo. Fue el primer artista fotógrafo que utilizaba cámaras de gran formato que conocí personalmente y me impresionaron mucho tanto la agudeza de su ojo, como su elaborado virtuosismo técnico. Sus fotos me hicieron reconsiderar muchos conceptos fotográficos que consideraba arraigados para siempre en mi forma de trabajar y ejercieron una influencia que considero muy positiva en mi manera de ver el mundo que me rodea. Esta foto la tomé allí, mientras él nos retrataba a los más de cuatrocientos asistentes al festival con su cámara 4x5.

A ún corriendo el riesgo de que se me tilde de paranoico, debo insistir una vez más que estamos siendo permanentemente vigilados por ubicuas pantallas luminosas. La de esta foto no me vio, creo, pues apenas la descubrí -tuve mucha suerte- busqué refugio en las sombras de la calle, pero el pobre señor sentado frente a ella, dentro del local, había sido aprisionado en su red de sutiles electrones y seguramente ya estaba siendo descerebrado lentamente.

E sta mañana leía en la prensa (digital) que el Uruguay es considerado el país más seguro de la región. Discrepo; ayer por la tarde mismo, al regresar a casa desde la agencia, pude registrar esta escena que lo dice todo. Cuando hasta la propia Mujer Maravilla se debe hacer acompañar por un guardia fuertemente armado para pasearse por la Plaza Libertad, en pleno centro de la capital, es que la tal seguridad no debe ser como afirman...

E n Chiloé también hice algunos trabajos con una cámara de formato medio, para registrar mejor las texturas de la madera de las construcciones y de los barcos. Nunca las mostré antes, pero el resultado me dejó tan satisfecho que cuando fui a Sicilia, un par de años después, volví a llevar esa cámara.

S iguiendo con Chiloé, ahí va esta imagen tomada en una de las típicas iglesias de madera de la isla.En este momento no recuerdo el nombre de la ciudad, pero sí que recientemente volví a visitarla -esta imagen es de 1991- y la habían remozado y no lucía tan interesante, al menos para mis ojos.

T omé esta foto también en 1991, pero más hacia el sur, en la Isla Caguach, en el archipiélago de Chiloé, durante la fiesta patronal del Jesús Nazareno de Caguach. Fue en la única escuelita del lugar, Caguach es una isla pequeña. Nunca supe lo que estaba ocurriendo del otro lado de la puerta, la habitación estaba colmada y no pude siquiera asomarme. Quizás tenía algo que ver con algún velero y un combate naval ocurrido en el pasado, pero no sé, en realidad, por qué se me ocurrió eso.

V entana de una vivienda de pescadores frente al Pacífico, en algún lugar que no registré al sur de Valparaíso, podría ser en Coronel o en Lota.

A costado sobre su modesto carrito -acaso su única posesión- que de día le sirve para trabajar, el hombre duerme apaciblemete en medio de la calle. ¿Sueña, acaso, con volar a lugares lejanos, o quizás con etéreas bellezas de cabellos rubios? Quizás apenas con un buen plato de comida, o un entretenido partido de cricket. Su sueños pertenecen a un mundo que nadie más que él podrá jamás visitar, ni siquiera como invitado. En eso, al menos, todos nos parecemos.

A l fin encontré la foto que buscaba y que mentalmente asocié a mi entrada del miércoles pasado. Me costó un poco, pues la ubicación de la " h " en la palabra "Delhi" puso en jaque la eficacia de mi archivo digital. ¡Todavía voy a terminar uniéndome a los que quieren erradicar esa letra de la lengua española!.. Se trata de un puestito de tatuajes " henna " frente al templo de Hanuman en el centro de Nueva Delhi. Allí sus dueñas, en vez de lustrarle a uno los zapatos, le tiñen las manos o los pies.

O tra imagen de la intensa actividad en la escollera Sarandí al atardecer. Tomada el sábado por la tarde.

C aía la tarde sobre un Montevideo otoñal y en la escollera Sarandí había una buena cantidad de gente disfrutando del buen tiempo, que ya está de partida. Unos paseaban, muchos pescaban, o al menos trataban de pescar algo, otros fotografiaban y algunos, en fin, hacían lo que les parecía más interesante.

H oy salí a probar un nuevo lente y recorriendo la Ciudad Vieja me topé con este acogedor templo, la "Iglesia de Jesucristo Para el Uruguay". El viejo edificio -que me parece que es el mismo que hace ya muchos años albergó una juguetería- no dice mucho. Sospecho que si estuviese en medio de una crisis religiosa y esa fuera la única opción por acá, me iría de vuelta al Tibet...

B uscando otra foto, encontré esta otra, que también me gusta mucho. Es un rincón del viejo Delhi (Old Delhi), un barrio de la capital India en completa decadencia, pero adonde aún es posible encontrar ángulos que recuerdan la época de sus fundadores mogoles.

N o me cabe ninguna duda, aunque nunca he utilizado sus servicios, de que el lustrabotas de este puesto junto al mausoleo del prócer en la Plaza Independencia, debe hacer un muy buen trabajo, a juzgar por lo ordenado y prolijo que lo tiene.

U n grupo de niños jugando en un potrero al atardecer, en la lejana Goiás Velho, en el centro de Brasil, en 1990. Un recuerdo cada vez más lejano, pero rescatado del olvido por la magia de la fotografía.

T ambién ellas, como el pequeño aspirante a periodista de la entrada de ayer, esperan; pero no por una oportunidad de iniciar una carrera, pues eso ya quedó para atrás, sino simplemente a que cambie la luz para cruzar la avenida. Todos esperamos algo, de una manera u otra.

L a profesión de periodista es generalmente bien vista y muchos jóvenes eligen ese camino con ilusión. Es el caso del pequeño Felipe, posiblemente deseoso de ser como sus padres, haciendo cola para cuando se abra una vacante en el desk de AFP, como esos niños a los que sus padres inscriben en algún buen colegio apenas nacen, para ir ganando tiempo. En este caso en particular creo que Felipe está exagerando un poco.