Era pleno invierno, pero las pequeñas flores se empeñaban en alegrarnos el día gris y lluvioso. Eran tan hermosas que casi empañaban la visión de las espléndidas ruinas del los templos helénicos, absortos en su eterno sueño de gloria.
C aía la noche y la nao estaba pronta para zarpar hacia el poniente, adonde la aguardaba la Diosa. Iba cargada con los pedidos de sus armadores, y con sus modestas, pero amorosamente preparadas ofrendas de agradecimiento.
Y a pasó bastante tiempo desde que tomé esa foto, casi treinta años, pero no recuerdo que entonces hubiese tantos problemas de espacio en la Rambla Sur de Montevideo como para que la gente tuviese que ponersea tomar el sol en capas para ahorrar espacio...
E n este café de Broadway con la noventaitantos iba a desayunar todos los días cuando estuve en Nueva York, para tomar café con cheese cake y asombrarme cada vez con todo lo que ingerían los locales para el desayuno. El hombre a la derecha aún no había comenzado a comer, pero cuando lo hizo...
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