En la atalaya

Una de mis gatas, la rebelde y azoteica Orejitas, tiene, a todas vistas, un complejo de superioridad. Busca los lugares más altos desde los cuales observarnos a todos, humanos y gatos por igual, con principesco desdén. Solamente se digna a poner sus patitas en tierra para acercarse dócilmente cuando le lleno su platito de comida, pero inmediatamente después vuelve a las alturas.

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