En la escollera

Lloviznaba cuando lo vi navegar por el canal, aproximándose rápidamente a la entrada del puerto. Me apresuré para llegar a la extremidad de la escollera Sarandí para verlo mejor -incluso corrí un trecho- y al llegar allí estaba ese solitario pèscador, indiferente al viento y a la lluvia, seguramente sin molestarse por el pasaje del barquichuelo a poca distancia de donde había hundido su línea de pesca.

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