Pantafotos

E stos días estoy teniendo serios problemas para acceder a internet desde Piriápolis con mi modem 3G. Con el aumento de la demanda, las líneas se saturan y no hay caso, no puedo ni siquiera bajar mi correo durante la mayor parte del día. Me hizo pensar a cuando estuve en Calcuta. Llegaron los monzones y las calles alrededor de mi hotel, en pleno centro, se inundaron, pues el sistema de alcantarillado no daba abasto. Un hombre que vadeaba una calle a mi lado, comentó irritado: "Todos los años la misma cosa, las calles se cubren de agua y nunca nadie hace nada al respecto".

E stoy leyendo una novela del excelente escritor indio Vikram Chandra que transcurre en Mumbai (Bombay) y se me ocurrió poner hoy una foto de esa ciudad fascinante, para usar un lugar común. La imagen es el "Gateway to India" y es un lugar muy turístico, pero ese día el único turista extranjero en la vuelta era yo, así que muy contento me perdí entre la multitud que se agolpaba sobre el muellecito a un lado para abordar las lanchas para las islas cercanas.

M e acerqué a ver qué era lo que estaba haciendo mi vecina en Piriápolis, la china Po La y la encontré cavando un agujero en el jardín, como si fuera un perrito escondiendo un hueso. Intrigado, le pregunté que hacía y para mi sorpresa me dijo que estaba cavando un pozo para volver a su amada China. " Aquí en Wu la wei  (Uruguay) todo muy bonito, mucha calne, aunque no de pelo (perro), pelo chinita tenel nostalgias de tiela suya y quelel volvel, pol eso caval pozo muy hondo ".  Cada cual que haga lo que quiera, es mi política, así que la dejé escarbando tierra tras desearle un buen viaje. Hay cada uno...

M añana el mundo cristiano celebra la Navidad. El mundo cristiano. En la tierra hay millones de seres que profesan otras religiones, o que al menos han sido educadas en ellas, como es mi caso con el catolicismo, por ejemplo. Me bautizaron, me hicieron estudiar el catecismo y tomar la primera comunión sin preguntarme mi opinión, así que celebro, más o menos, la Navidad, por tradición. Pero ignoramos olímpicamente las tradiciones de otros, como la festividad de estos señores de la foto, tomada durante el mes de ayuno del Ramadán en El Cairo. Estaban esperando, sin tocar sus platos servidos, a que el imán los autorizase a probar su primera comida del día (ya anochecía), en el llamado Iftar. Al fin del Ramadán se celebra una gran fiesta denominada Eid al-Fitr, que podría compararse con nuestra Navidad.

H emos sobrevivido al Apocalipsis Maya y con un poco de suerte, también escaparemos a un anunciado Apocalipsis Zombie. Es el momento adecuado para festejar las fiestas de fin de año, en especial teniendo en cuenta la fecha que corre. Aquí va mi saludo para todos, con mis mejores deseos; por una vez, no es una foto.

C ómodamente sentado bajo su sombrilla y con el mate a mano, el hombre se sentó ayer 21 a contemplar el espectáculo inefable del tan anunciado fin del mundo. Esperaba ver rasgarse el cielo y surgir a los cuatro jinetes, los del Apocalipsis, al tiempo que una ola gigante, un macro-tsunami avanzaba hacia el continente para arrasarlo todo a su paso. Pero no, nada de final catastrófico, apenas el calor implacable del sol, bien cargadito de rayos ultravioletas de los malos, al  acecho de cualquier desprevenido bañista para inducirle un buen melanoma. Otra tarde aburrida de diciembre.

A yer por la tarde, al ver los nubarrones que ocultaban la luz del sol con alevosía, pensé con rioplatense pesimismo " ¡A ver si estos mayas le erraron al cálculo y el fin llega hoy 20! ". Me preparé para lo peor, es decir, le aumenté la velocidad de obturación a mi cámara por si tenía que registrar el arribo de veloces meteoritos en llamas impactando sobre la tierra o algún otro tipo de manifestación apocalíptica, pero nada, no tuve suerte, sobrevivimos. Se perdió la foto, ¡qué le vamos a hacer!

E ntre el diluvio de esta mañana y las negras nubes que se abalanzaban como una horda de hunos presagiando lo peor (¿será cierto lo de las profecías mayas, después de todo?) la playa estaba desierta. Solamente permanecía, cual un solitario Gary Cooper aguardando con calma a que llegue la hora señalada, respaldado, eso sí, de lejos, por cuatro o cinco temblorosas botellitas de Coca Cola (la pausa que refresca), este valeroso bañista, echado sobre la arena con estudiada indiferencia, como si no se fuese a acabar nada.

H ace días que está allí, instalado en su sillita de playa, engalanado con unas guirnaldas absurdas y ofreciendo la música de su saxo por unos pesos. Toca de a ratos y lo hace pobremente; uno no pretende ver a Jackie Mclean o a Coltrane en la esquina frente a la Intendencia, pero este hombre es flojo y además, su standard es nada menos que La pantera rosa , que toca una y otra vez, siempre igual, siempre mal. Pero la gente que pasa a su lado está aquejada de la fiebre consumista pre-navideña y no se fija en esos detalles, aunque tampoco le deja un centavo, debo aclarar. Y todos felices.

B uscando imágenes relacionadas con el mar, encontré ésta, tomada en Mumbai, junto al mar Arábigo, en 2002. Toca algunos de los temas que me gustan: el mar, obviamente, los lectores y la religiosidad, porque al fondo del muelle hay un templo hindú al que no me dejaron entrar porque no era creyente.

E sta mañana el mar aún estaba agitado, conservaba los recuerdos del temporal de ayer, por lo que no pude ir a la playa a nadar. Para consolarme, miro esta foto, tomada en mi primer viaje a la India, de este señor tomando su baño matinal, con jabón y todo, en las aguas del sagrado río Ganges en Varanasi, al amanecer.

E stá de moda el tema de la seguridad ciudadana. No es nada nuevo, hace cien años las casas tenían rejas, como ahora, y por las mismas razones. El gato de esta foto, tomada hace doce años puede servir para ilustrar lo que digo. El felino acababa de cumplir la tarea por la cual se le paga y había acabado con un infame roedor. Pero probablemente temiendo sufrir represalias por parte de la familia del occiso, había terminado refugiándose tras rejas y hasta una alarma, que no se ve en la foto. Nada cambia en ciertas cosas.

E l pequeño Simón, hijo de mi colega de la agencia Lucía, que estaba de turno el sábado pasado, acompañó a su madre y mientras ésta trabajaba, él dibujaba. Orgulloso, me mostró el resultado de su afán y le tomé esta foto, un poco porque me pareció encantador y otro poco porque nunca se sabe, quizás un día sea famoso y en ese caso tendré un registro de sus inicios como artista.

C omo una reliquia " de un pasado irreal que  de algún modo es cierto" , como escribiera Borges, la pintura mural, nada del otro mundo, apenas una escena medieval  de poca monta, reaparece, después de decenios de enclaustramiento, para presenciar bajo la luz del implacable sol su propio fin. Recuerdo esa casona, situada en pleno centro, clausurada desde siempre y probablemente cayéndose ya a pedazos, con una solitaria torre que me atraía mucho visualmente, que alguna vez fotografié y que según me dijeron, fue la primera en morir. Sic transit...

I ba hacia el muellecito cuando las vi, estaban posadas sobre les pasamanos, haciéndose las distraídas. Me detuve en seco. Me vino a la memoria la imagen de Rod Taylor perseguido por aparentemente inocuas avecillas durante toda una película de la mano del maestro Alfred Hitchcock y me dije a mí mismo que era preferible tomar la fotografía desde una prudente distancia y retirarme sin más. Creo que se decepcionaron un poco, pero lo lamento, gaviotas, esta vez se metieron con un cinéfilo que aún conserva buenos recuerdos de las matinées.

E sta mañana iba pedaleando por la rambla de Piriápolis, cuando mi bicicleta se detuvo en seco: creyó ver a esta colega a punto de arrojarse al mar; en otras palabras, una bicicleta suicida. Me costó un poco convencerla de lo contrario, de que era apenas la bici de uno de los salvavidas de la playa, pero al final lo conseguí y seguimos camino. Mi bicicleta es muy solidaria.

H oy Siria vive una guerra civil atroz y para contrastar he elegido esta imagen más pacífica, tomada en la lejana Palmira, en 1998. Son parte de as ruinas de la ciudad, arrasada por el tiempo que no perdona ni a las piedras.

S e avisa a los cibernavegantes que pasen por esta página, que he colocado una nueva carpeta en mi sitio web profesional sobre lectores de libros alrededor del mundo, a la cual pueden acceder haciendo click  aquí.

C on la llegada del verano el tiempo debería mejorar (ya no se puede saber más, con esto del cambio climático) y el velero bergantín del capitán Garfioso se apresta a izar velas para partir con rumbo desconocido, seguramente a asolar las rutas de navegación de la corona española. Muy poético, sin duda, casi "conradiano", pero igual me parece algo un poco demodé para estas aguas, mejor que se vaya a algún lugar más adecuado para ejercitar sus fechorías, como el estrecho de Ormuz, o el de Malaca, que son los que están de moda entre los piratas   actualizados hoy en día.

R evisando mis archivos encontré esta imagen, tomada en marzo de este año, de mi gata Nani, que por entonces tenía cuatro meses. Ya de chiquita la pequeña comenzaba a manifestar los rasgos megalomaníacos que presenta hoy, que quiere ser el centro de la casa y mandonearnos a su antojo. En aquel momento posaba sobre el monitor, adonde yo tenía abierta una foto suya con unas pocas semanas de edad. ¡felina jactanciosa!

P reviendo la llegada del verano con su inclemente sol, mis amigos ajedrecistas de la avenida 18 de Julio comenzaron a ponerse a tono y desplegaron esta bonita sombrilla para tornar un poco más acogedora su arena de batallas sobre la vereda. El club crece y se consolida.

E l funcionario cambiaba la lámpara del farol en la plaza de Entrevero esta mañana allá arriba, entre edificios de diferentes épocas, incluido el Palacio Salvo -que en estos día estrena su domo sin la repudiable antena que lo afeaba- y se sentía tan bien que no se quería bajar. " ¡Aquí se respira mejor y el panorama es espléndido! ", protestaba cuando comenzaron a bajarlo a tierra.

M e imagino que esas tres amigas hacía tiempo que no se veían, pues a pesar de que una de ellas lucía un tanto desarreglada, a las otras dos eso no parecía importarles y corrían a abrazarla. No hay como la amistad, no hay caso.

A yer de tarde, de regreso a casa, al pasar por la plaza del Entrevero, ví que no solamente habían completado el adorno del árbol de Navidad que estaban preparando por la mañana, sino que también habían decidido prescindir de los servicios del segundo, al que hice referencia en la entrada de ayer. Sabia decisión.

D e regreso en Montevideo, me encontré con que la fiebre navideña comienza a presentar sus primeros síntomas. Al pasar por la plaza del Entrevero me crucé con estos señores preparando lo que parecían ser dos arbolitos de Navidad, aunque el de adelante creo que estaba un poco seco y desprovisto de hojas. Me temo que se estén apresurando demasiado.

A yer al caer el sol regresaba del supermercado pedaleando en mi bici a lo largo de la hermosa rambla de Piriápolis y ya había bastante gente aprovechando del buen tiempo. El verano se viene a marchas forzadas y pronto estará aquí, aunque de nada va a servir, pues llega el mismo día en que los mayas anunciaron el fin de mundo. Mala suerte, no se puede tener todo a la vez...