Dulces sueños



Acostada directamente sobre la dura vereda, la anciana soñaba. Sé que lo hacía porque sus sueños eran tan intensos que podía verlos: en ese momento soñaba con una pareja joven y bella, quizás ella misma en el pasado, o nunca, sonriente y enmarcada en el verde de la esperanza. Los transeúntes que pasaban la miraban durante un instante y desviaban los ojos de inmediato, súbitamente aquejados de pudor o vergüenza, pero a ella le daba igual, los sueños siempre superan a la realidad.

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