Piropo

Al escuchar el piropo la muchacha apenas sonrió, halagada, pero prosiguió su camino sin dar más muestras de haberlo oído. Tampoco desvió la vista, limitándose apenas a mirar con el rabillo del ojo a su perpetrador. De todas formas no le atraían los hombres de cabeza demasiado redonda.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La nao

En capas

Café en Broadway