Artigas XVII


En alguna ocasión, el prócer tiene que soportar que algún energúmeno, con la excusa de festejar algo, se suba a su pedestal. Como es más fácil subir que bajar, el desdichado debe ser ayudado a descender por los esforzados y pacientes bomberos, en medio de los vítores de un selecto público, por momentos tan exaltado como él, una sarta de malvados secretamente deseosos de verlo caer desde lo alto y hacerse papilla para su malsano regocijo.

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