Esperando

Con la mirada perdida en los muelles, la pobre se quedó esperando en vano para verlo bajar de algún barco y recorrer el muello con el paso titubeante de los ebrios y los marineros hacia donde ella estaba aguardándolo ansiosa. Esperó tanto que de a poco se fue convirtiendo en piedra y aún está allí, como un monumento a todas las novias que, según dicen, aunque yo, que alguna vez supe ser marino, no lo he comprobado, los marineros tienen en cada puerto que tocan.

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