Salto

El paracaidista tuvo que pasar por encima de mí para poder saltar, mientras yo lo registraba todo protegido por mi cámara, que creaba una suerte de barrera que me separaba del vacío. Saltar quedaba reservado para los bravos, pero a los bravos con paracaídas y yo apenas si tenía una cuerdita que me amarraba al asiento del piloto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La nao

En capas

Café en Broadway