Pantafotos

A yer se celebró la procesión del Corpus Cristi por el centro de la ciudad. Debió haberse llevado a cabo hace varios meses, en junio, pero fue postergada a causa del mal tiempo. Ayer hizo una tarde espléndida y a juzgar por la cantidad de feligreses que tomaron parte en ella, fue una decisión acertada.

U na cuerda de tambores fotografiada ayer de tarde, camino a casa, frente a la Explanada Municipal. Es increíble la cantidad de imágenes que uno puede captar en el mismo recorrido diario para y desde el lugar de trabajo, por ejemplo, siempre que esté atento al entorno y preparado para dejarse sorprender una vez más por la realidad.

E n 1988 Sonia Bandrymer me propuse fotografiar al grabador Carlos González para una publicación sobre su obra de temática gauchesca que se estaba preparando. Antes de ir, Sonia me advirtió que el artista, por razones que sólo él sabría, se negaba a dejarse fotografiar. Sin embargo, cuando fuimos a verlo, se estableció de inmediato entre nosotros una fuerte corriente de empatía y no tuve ningún problema, en retratarlo. De hecho lo recuerdo como a un hombre encantador y sumamente amable.

A quí va otra de la Plaza Cagancha, tomada de camino a casa ayer por la tarde, con una niña con su computadora escolar XO acompañando a su padre, que tiene un pequeño puesto de venta de maní y golosinas.

A quí los fumadores se quejan de las siniestras imágenes que ilustran los paquetes de cigarrillos, como sutil advertencia acerca de las calamidades que puede producir en sus organismos la infame nicotina, pero deberían tener en cuenta que en otros países utilizan medios aún más tenebrosos y amenazadores..

E ntre el perro que aguardaba quién sabe qué y con qué intenciones, el mendigo agazapado junto a la ventana y al acecho, en espera de su moneda, el ominoso esqueleto y el intenso tráfico de la calle, en cierto momento surgió una oportunidad, un espacio libre por el cual salir disparado en franca huída, no sé bien hacia dónde, pero que al menos parece ofrecer una una escapatoria, aunque no sea más que por un fugaz momento, de tan sobrecogedor panorama.

A yer volvía a casa de la agencia por la tarde y me crucé con ellos en 18 de Julio. La señora empujaba un lindo cochecito verde con un hermoso bebe y a su lado llevaba al perrito/a, abrigado/a con una capita al tono, también verde. La verdad es que estaban preciosos, no pude menos que tomarles una fotografía.

P ersonalmente, siempre consideré la pesca como una ocupación más bien aburrida y para mi temperamento, al menos, excesivamente sedentaria. Sin embargo y de acuerdo con la foto, parecería que también puede llegar a ser extenuante...

M e bajé del camello entumecido por horas de recorrer el desierto sobre su incómoda giba y me dirigí tambaleante hacia la mezquita, cuyo esbelto minarete apuntaba hacia el cielo azul como una mano que señalase a Dios. Desde lo alto de la torre, el muecín convocaba a la oración y alarmado, comprendí que pronto comenzarían a acudir los fieles y correría el riesgo de ser descubierto. Busqué rápidamente con la mirada un lugar donde ocultarme, aunque sabía que era inútil, pues de cualquier modo la presencia de mi montura me delataría. Hoy no salí de casa, así que me puse a viajar con la imaginación, mirando esta foto tomada en la remota...Montevideo, sobre la rambla, en el edificio que alguna vez fue conocido como " el cabaret de la muerte " y que hoy alberga al mucho más inocente museo oceanográfico.

U na mirada hacia arriba, mostrando un edificio muy interesante y una nubecita paseandera en la vuelta, allí no más, cerca de mi casa (el edificio).

O tra imagen más para mi serie de lectores de diarios alrededor del mundo. La exposición que realicé sobre el tema en el Centro Cultural de España en Montevideo en 2008, continúa su itinerancia por el interior del Uruguay.

O tra más de (viejos) tangueros sacándole lustre a las lozas de la plaza, nunca mejor conocida como "del Entrevero" que en esos momentos de agitado movimiento en ritmo de dos por cuatro.

U nos vulgares imitadores, tratando de posar de jinetes junto al egregio gaucho que se luce sobre el pedestal, a la espera de algún incauto al que perseguir alegremente al galope por la avenida. Pero además, unos punsilánimes: ni siquiera se atrevieron a usar lanzas de tacuara, como el brónceo.

L os transeúntes pasaban junto a su puesto en la avenida sin detenerse, llevados por la prisa. Para no perder el tiempo, la vendedora se acicalaba con toda calma; nunca se sabe cuándo puede presentarse de improviso el comprador de su vida...

T ocaban tango, pero sospecho que pretendían hacer música electrónica, o mas bien diría, eléctrica, por lo que se pude ver. De todas formas, lo que salía de sus instrumentos sonaba bien, que es lo que al fin y al cabo importa ¿no?

A llá arriba, echada sobre el techo del Palacio Legislativo, la pobre esfinge se aburría a muerte. "No hay derecho", se quejaba melancólicamente, "estos uruguayos opinan de todo, creeen saberlo todo, ya nadie utiliza mis habilidades predictivas, las esfinges sabemos mucho de adivinanzas..." Y en ese mismo momento, más abajo, sentados en la mesa de algún café o acodados a la barra, un grupo de amigos dictaminaba alegremente acerca de la solución definitiva de todos los problemas: fútbol, política, economía, lo que viniese. Una maravilla de la naturaleza, algo así como un país enteramente poblado por esfinges...

U n cementerio en la Quebrada de Humahuaca, en el norte de Argentina. Cuando tomé esta foto, no parecía haber nadie más (aparte de los residentes permanentes, se entiende) en kilómetros a la redonda y las modestas tumbas de adobe tenían todo el cielo, de un azul intenso, para ellas.

A cuclillado, el samilante, hombre-pájaro, parecía hallarse a la espera de algo. Un poco más atrás, arrebujada en su ponchito e igualmente inmóvil, una mujer también parecía estar aguardando, no puedo imaginarme qué. Frente a ellos, el fotógrafo, cámara en mano, esperaba el momento en que la composición en el visor lo hiciese oprimir el disparador. Todos esperábamos algo aquella tarde lenta en Casabindo, pequeño poblado del norte argentino que luchaba entre siestas eternas por no caerse del mapa de una vez y para siempre.

E stuve espiándola -como un voyeur , diría- durante un buen rato, con la esperanza de que por fin terminara de descubrir completamente sus albos encantos, pero fue en vano. La esquiva se hizo desear, pero no se quitó ese último velo, el séptimo, quizás, a pesar de que por estar allá en las alturas bien podría sentirse un poco más segura y osada.

E l Uruguay no es un país muy religioso, que digamos, por razones históricas. Sin embargo, buscando un poco, es posible encontrar muestras de presencia católica, mayoritariamente. Pero aparte de las iglesias, que quedan en pie porque a nadie se le ha ocurrido tirarlas abajo o darles otro destino, tomando en cuenta lo poco visitadas que son, es muy poco más lo que se puede ver por ahí. Lo digo con cierto conocimiento porque cuando trabajé el tema de la religiosidad popular, actividad que llevé a cabo sistemáticamente durante muchos años, me vi obligado a viajar a otros países del continente para encontrar los temas adecuados.

L a gran reina Nefertiti, espléndida en su inmortal belleza, ve pasar presurosos a los transeúntes, camino de los festejos del Bicentenario, en el centro de la ciudad. No puede ocultar un cierto desdén ante su apuro, pues piensa que para maravillas y grandiosidades, nada iguala a las de su querido antiguo Egipto.

C on la llegada del buen tiempo será posible volver disfrutar plenamente de nuestra maravillosa y extendida rambla, del sol y el aire fresco, contemplando las aguas del rio-como-mar y los...eeer...números pintados en las lozas de granito.

E sos dos señores, sentados en un banco de la rambla de Pocitos, parecían distraídos y se perdían el desfile de perros, que habían decidido sacar a pasear a sus amos a la misma hora, probablemente para conmemorar el aniversario de alguna gesta heroica canina, o algo por el estilo.

¡ E l sol existe! Luego de una mañana lluviosa (estoy publicando esta foto el domingo), por fin el astro rey se ha vuelto a colocar la corona y promete estar presente mañana para los festejos del Bicentenario. Dentro de poco estaremos extendidos bajo sus rayos, recibiendo su cálida energía (y como no tomemos cuidado, mutando las células de nuestra piel en variedades cancerosas). Al hombre de la foto, por ejemplo, no le importó estar lejos de la costa, se tendió ahí no más, sobre uno de los bancos de la Plaza Libertad, en pleno centro.

L a primavera ha dado un (espero que breve) paso atrás; llueve, está ventoso, hace frío...Aquí va una foto tomada en verano, para compensar. Pero para que no sea algo alevoso, es en blanco y negro, así no luce tan diferente al día de hoy.

P asé frente a la Biblioteca nacional justo cuando se estaba desarrollando esta escena curiosa: Benedetti, a la derecha, recostado sobre una columna, miraba con aire divertido cómo el pobre Sócrates (el futbolista, no, el otro, el menos conocido), probablemente molesto a causa de aquel viejo asunto de la cicuta, se quejaba de los irresponsable "creativos" que le habían grafitado el pedestal del monumento. Ya no hay respeto por los filósofos, ¡qué barbaridad!

Q ue viene la primavera, que no viene, estamos comenzando a hartarnos en esta ciudad asolada por vientos irrespetuosos. Sin embargo y contrastando con la ausencia de golodrinas, las simpáticas florecillas de este humilde malvón con hermosa vista, dieron su versión: la primavera llegó y punto.

E stuve en "la Serenísima" en varias oportunidades y en diferentes estaciones del año. Una vez me tocó buen tiempo, aunque era invierno, y aproveché para tomar algunos kodachromes como éste.

A yer se me pasó publicar mi foto diaria, y no precisamente por falta de material. Tuve libre y me dediqué, para variar, a la fotografía, imprimiendo un buen número de fotos para unas carpetas que estoy preparando. Así que no fue por haber pasado descansando al sol, como el señor de la foto, que conste.

U na lectora, a pocos pasos de la entrada del edificio adonde trabajo. Se halla un tanto arrinconada, cosa que no parece preocuparla demasiado, pues metida dentro de las páginas de su libro, seguro que ni se da cuenta de ello.

U na vez más, una imagen que pretende mostrar cómo, de algún modo, elegimos mirar al mundo a través de algunas ventanas y no de otras. Pero como mostrar no es demostrar, cada uno puede pensar lo que quiera, otras opciones siempre están abiertas y pueden ser igualmente válidas.