Pantafotos

T omé esta foto ayer, y esta mañana me crucé con la misma escena, esas tres viejas muchachas, como dicen los ingleses, vestidas con la misma ropa, caminando por la misma acera y yendo en la misma dirección. Una rápida mirada al calendario de mi reloj pulsera me aseguró que no estaba haciendo una regresión sino una suerte de déjà vu y entonces pude respirar más tranquilo.

Y a en plena aproximación final, bien enfilado, con la velocidad adecuada y los flaps bajos, el comandante de la aeronave vino a descubrir que el aeropuerto estaba cerrado. ¿Qué hacer?

U n agradable café en Estambul, frecuentado habitualmente, como en la mayoría de los países islámicos, aunque no exclusivamente, por hombres.

A pesar de que en Grecia hicieron todo lo posible por desalentarnos, fuimos a Turquía. Que los turcos son malvados, que son sucios, que se come mal, trataron de todas formas de convencernos de lo inadecuado de nuestro desplazamiento al país vecino. Al final los turcos resultaron amables y hospitalarios, muy limpios y por añadidura, en Turquía se come bastante mejor que en Grecia. Apenas llegamos vimos alguna escena de confusión, pero era que estaban arreglando algunas calles, y por lo que he leído, no solamente ya deben de haber terminado de hacerlo, sino que el país entero ha progresado mucho.

E ra un domingo por la tarde y los atenienses, reunidos en la Acrópolis miraban hacia arriba buscando las cometas, como lo volverían a hacer una treintena de años después, pero esta vez contemplando con impotencia cómo se les iban volando las esperanzas de bienestar, en plena crisis. Una suerte de anticipación.

N o era él, claro, pero la escena me recordó inmediatamente a Otis Redding cantando Sitting on the dock of the bay , una imagen con connotaciones musicales.

C uando tomé esta foto, en 1983, tenía en mente esta otra, (link) ,  del maestro Henri Cartier-Bresson, que había visto en su libro Les Européens. Treinta años más tarde,  las cariátedes y el edificio que las albergaba permanecían más o menos igual, únicamente las dos figuras de negro faltaban, su estructura carnal siendo menos duradera que la piedra o incluso la argamasa.

L legué tarde. En el lugar los antiguos griegos ya iban siendo reemplazados por una nueva generación, una generación menos seria, incluso payasesca, me atrevería a decir. No es lo mismo, lo siento.

C uando no están en la costa exhibiendo orgullosamente sus apolíneas formas, los griegos se reúnen en cualquier plaza cercana a entablar arduos y apasionantes debates filosóficos.

E n Grecia el turismo está tan incorporado a la vida cotidiana desde hace tanto tiempo que por momentos los descarnados esqueletos de los muertos conviven, casi diría que codo con codo, con los broncíneos cuerpos de los veraneantes, no sabría decir si por tolerancia o simple falta de espacio.

T odo parece indicar que el gobierno municipal está tratando por todos los medios posibles de convertir a nuestra capital en un atractivo turístico. Parece que Montevideo ya es considerada una ciudad gay friendly , lo que me parece muy bien y está acorde al clima de tolerancia que todos queremos que reine en la tacita de plata. Esto otro también promete, quizás hasta lleguemos a tener nuestro propio Montmatre algún día con su Moulin Rouge, su Folies Bergère y su Crazy Horse, lo que quieran.

C uando me toca ir a trabajar los domingos de mañana debo atravesar una ciudad poco menos que desierta, como abandonada por sus moradores. Únicamente los turistas, que por razones entendibles no quieren perder más tiempo del estrictamente necesario en la cama  y algunos fiesteros tardíos, que recorren en zig zag el camino de retorno a sus casas,pueden verse aquí y allá.

S in pronunciar una palabra, el personaje S270-I39 se quedó mirando la sucesión de columnas del antiguo templo griego. ¿Qué decir y que no suene banal ante tanta belleza?

H arto de estar lejos de su hogar, Ulises contempla desde el muelle la nao que lo llevaría de regreso a Itaca. " Y ya que estamos " -pensó el héroe- " podría llevar unas cuantas toneladas de petróleo para hacerme unas dracmas, que mal no me vendrían, después de haber gastado tanto oro y esfuerzo en esta guerrita inútil que seguramente todo el mundo habrá olvidado en un par de años ". Un visionario, don Ulises.

F inalizado el combate, allí quedaron los restos humeantes de los cañones y de las sillas utilizadas por los beligerantes. Grecia entera está sembrada de lugares de épicos encuentros, míticos o reales.

C uando vi por primera vez esta diapositiva, al regresar del viaje, lo primero que me vino a la cabeza fue ¿cómo pude tomar esta foto tan torcida? ¡seguro que la culpa es de ese vino resinoso, el retsina! , pero luego recordé que la había hecho cerca de Meteora, una zona montañosa y pude respirar más aliviado, yo me tomo muy en serio eso de la fotografía.

A nte la súbita aparición de quien a todas vistas parecía ser nada menos que Palas Atenea, diosa de la guerra, entre otras cosas, siempre dispuesta a pinchar con su lanza lo que considerase conveniente, el astuto felino decidió poner prudentemente patitas en polvorosa, nunca se sabe.

N o se puede decir que los atenienses estén poseídos por un frenesí de hiperactividad, no, al menos no durante el verano. Esa misma predisposición a tomárselo con calma le permitió a sus ancestros desarrollar las artes y la filosofía en sumo grado. Los atenienses de hoy en día no son tan creativos, así que dedican sus numerosas horas de calma a tareas menos nobles, pero más entretenidas, como el chaquete (backgamon)

U n lugar invitante para tomar un café y charlar con el gato junto a las ruinas helénicas, sin duda.

P or motivos que no vienen al caso, estos últimos días he estado pensando en Grecia, adonde estuve por primera vez hace más de treinta años. Aquí va una de las imágenes que tomé en esa oportunidad.

C omo las tardes de verano son largas, algunos bañistas pasan el rato dedicados al juego, para lo cual organizan, bajo sus respectivas sombrillas, algo así como garitos clandestinos.

A jena al peligro, la desavisada bañista se asoleaba junto a la expectante telaraña, cual incauta mosca. Ir a la playa presenta riesgos inesperados que no se conjuran simplemente utilizando un filtro solar.

C uando hace calor, como ahora, y el tiempo lo permite, la gente en Piriápolis, locales y turistas por igual, no tiene más remedio que ir a la playa. La arena dorada invita a quedarse, el agua está clara, salada y templada, es muy duro para todos. Por suerte están los celulares para entretener a los sufridos bañistas, no sé qué harían sin ellos.

N o me extrañaría que esas dos bañistas se hayan sentido acosadas, arrinconadas contra un muro de piedra.

E sta tarde los tres Reyes Magos desembarcaron en la playa frente al Argentino Hotel como los aliados en Normandía, siendo recibidos por un enjambre de niños y sus respectivos padres. Mientras una pequeña multitud los rodeaba apenas pisaron la arena, las reservas aguardaban un poco más tierra adentro.

E sta tarde encargué por internet un par de libros de autores indios. Leo a menudo que las editoriales y/o las librerías se quejan de la competencia de librerías on line como Amazon o Barnes and Noble, considerándolas por algún motivo competencia desleal. Sin embargo, para los lectores que como yo buscan autores que ninguna casa editora en castellano se molesta en traducir o que las librerías simplemente no encargan, es una solución inevitable. Y en cuanto a los costos más bajos, como dicen los franceses, " cada uno ve el mediodía en su puerta ", lo lamento.

H ace exactamente 30 años -era un jueves- hacía calor y la gente trataba de pasar a la sombra y de ser posible, en un lugar fresco, en este caso, en el Parque Rodó. Estos dos señores estaban tan entretenidos con su partida de dominó, juego que nunca aprendí, que nunca se percataron de mi intrusión.

E sta mañana me dirigía a la parada del ómnibus en Playa Grande para ir a Montevideo por unas horas cuando me crucé con este colorido paisaje costeño, parte natural y parte obra del hombre. Si bien es perfectamente discutible su interés estético, hay que recordar que, como dice el refrán, "la belleza está en el ojo del que mira".

H oy el tiempo estuvo tormentoso, no dio para playa, me recreo en esta escena tomada hace ya algún tiempo en un lugar lejano, en Patan, cerca de Katmandú, la capital de Nepal, siento como si fuera un fragmento de un sueño.