Pantafotos

E nvuelto en su frazadita para protegerse del sereno que ya comenzaba a caer junto con la noche, parecía un refugiado, y probablemente, de algún modo, lo era: un refugiado de la sociedad. A sus espaldas se desarrollaba una animada y colorida actividad militante por los derechos de los homosexuales, pero a él, lo que parecía interesarle eran las luces de neón de la avenida y una pantalla gigante que únicamente mostraba anuncios publicitarios.

U n poco de pintura y algo de imaginación para renovar un poquito la imagen de la Ciudad Vieja de Montevideo...

A ún faltaba para el toque de las campanas del mediodía y la calle estaba tranquila, pero de todas formas el felino estaba en su panóptico, vigilando atentamente. Los gatos son, por lo general, animales con un marcado sentido de la responsabilidad y de ninguna manera abandonan su puesto (al sol), no sea cosa de que malvados roedores anden por ahí haciendo de las suyas con total impunidad.

P or motivos que no voy a detallar ahora, estoy pensando en puertos y me acordé de mi segunda visita al Porto do Sal, en Belém do Pará , en el norte de Brasil. Estas personas charlaban de peces perdidos como buenos vecinos, en calma y con el aire de tener todo el tiempo del mundo por delante, dichosos de ellos.

Y o también me afeito todas las mañanas, pero aunque mi espejo es más grande que el de ese señor, no disfruto, como él del espectáculo que se desarrolla a orillas del sagrado río Godavari, que atraviesa su ciudad Nasik, cerca de Mumbai, en la India; debo conformarme con mirar mi propio rostro, aún abotagado por el sueño. A pesar de mi espejo, creo que él sale ganando.

P ara no dar pie a que se pueda pensar que únicamente fotografío a los ajedrecistas en 18 de Julio, a la vuelta de la agencia, aquí va una foto sacada en Yangón (ex Rangún, o Rangoon) en Myanmar (Birmania). Obsérvese el detalle de la mesita de té a la derecha; allá en Myanmar todo es pequeño, salvo la amabilidad de sus habitantes.

O tra víctima inocente del silencioso combate que se entabla cada día entre los comerciantes de las galerías de 18 de Julio para ver quién vende más y mejor. En este caso, en una sastrería. El mundo del comercio es implacable...

L o logré: me fui acercando con sigilo, en puntillas, como dicen los españoles, di un rodeo y las pesqué dormidas. Durante un momento lo disfruté bastante: las pantallas nos vigilan todo el día, pero en algún momento tienen que descansar y esta vez conseguí ganarles de mano, al menos una vez. Por momentos me admiro de mi propia osadía...

C omo es sabido, los chinos utilizan una forma de escritura especial conocida como han zi (escritura Han) especialmente pensada para complicarle la vida a quienes deben aprenderla. Se calcula que al salir de la escuela primaria los alumnos chinos deben saber unos dos mil caracteres diferentes, lo que les permite al menos leer la prensa y manejarse en su vida diaria. Los dos o tres mil más que debe memorizar una persona culta, o de nivel de educación superior, los tendrá que que ir aprendiendo a lo largo de su vida. El señor de la foto le explicaba algo al más joven y escribía con un pincel mojado con agua sobre el pavimento de una calle en los alrededores de la plaza Tian An Men. Viviendo y aprendiendo, como dicen.

D ebe ser horrible ver la ciudad de uno siendo bombardeada ¿no? Con esta idea en mente algunos activistas realizaron en 2003 esta performance -o instalación, como quiera que se le llame- protestando contra los bombardeos estadounidenses en Bagdad. Fue a pocas cuadras de mi casa y aunque los montevideanos en la ocasión se manifestaron más bien indiferentes, no dejó de ser bastante impactante para al menos algunos de los que pasábamos por el lugar.

Y a me he referido antes al concepto de "azar objetivo" acuñado por el maestro del surrealismo André Breton, por lo que no me voy a repetir. Me limito a mostrar hoy esta imagen, hallada en la Feria de Tristán Narvaja un domingo de 2000, obra del simple azar o del sentido del humor del dueño del puesto de cachivaches a la venta en esa ocasión.

L a Plaza Independecia, aquí nomás, también presenta sus ángulos interesantes; únicamente hay que estar atentos a la cambiante luz y a las diferentes escenas que se presentan en ella a lo largo del día. La foto ésta no lo dice todo, como es de esperar, y no recuerdo si la mujer le daba dinero al violinista por su performance , o para que dejase de emitir ruidos molestos.

S icilia es una maravilla. Apenas llegamos a Palermo, recuerdo que nos hospedamos en una hostería situada dentro de un viejo, espacioso y decadente palazzo. El hotel en si mismo no era nada especial, pero cada vez que entrábamos o salíamos, pasábamos por un sector conservado tal cual era hace un montón de años y nos sentíamos como en una película de Visconti. Y de paso, añado que la escena del baile de Il Gatopardo se filmó en otro palazzo situado a pocos pasos de allí. Por si fuera poco, los sicilianos son muy buena gente, a pesar de la mala fama que les creó, injustamente, la mafia, así que haciendo un balance, fue un viaje memorable. Evivva l'Italia !

T odo el mundo estaba allí: fieles, autoridades, la banda de música municipal, y el de la estatua, nada. Desde arriba de su columna (¿sería San Simeón vestido de pontífice?) el personaje miraba todo sin mover un dedo. No se molestó en acercarse a recibir las flores, tuvieron que alcanzárselas con una grúa. ¿Sería así desde siempre o se puso jactancioso después de que Visconti filmó allí mismo, en Aci Castello, en 1948, " La terra trema "?

H ojeando (virtualmente) mi archivo digital, me encontré con esta imagen reconfortante. Dicen que "no hay profeta en su tierra", pero en este caso, cuando me topé con esta bienvenida tan amistosa en la lejana Makassar, en Sulawesi, Indonesia, no pude evitar que se me escapase un lagrimón. ¡Qué gente tan simpática!

S iguiendo un poco más con el tema de ayer, también en Buenos Aires.

O tros tiempos, otros íconos, otras maneras de hacer propaganda, una estética diferente, etc. Tomada en el centro de Buenos Aires hace dos o tres semanas.

S in molestarse en mirar de reojo siquiera a los transeúntes que lo rodeaban y se apresuraban a ponerse en la parada del ómnibus, impacientes por volver a casa -era la hora pico del cierre de comercios y oficinas- ese jovencito, encargado de cuidar los bultos del puesto callejero, ahora desarmado- estaba absorto en su lectura. Instantáneamente me acordé de cuando yo tenía su edad, pensé que seguramente lucía igual y le guiñé un ojo en un gesto de complicidad. Pero no me vio, pues no levanto la mirada y de todos modos, yo tenía el rostro oculto tras la cámara.

P reocupadas por lo que consideraban un exceso de atención por mi parte hacia la vecina Buenos Aires, las pequeñas flores del barrio colonial de Colonia del Sacramento se asomaron a la azotea para espetarme desde alla arriba y no sin un cierto desparpajo, ya que no nos conocíamos de antes, un "¿Y nosotras, qué?"

E l Palacio Barolo (al fondo), en la Avenida de Mayo, en Buenos Aires, es gemelo del Palacio Salvo, en Montevideo, aunque unos metros más bajo. Fue diseñado por el mismo arquitecto y está bastante mejor conservado. Creo que lo pusieron allí para que los montevideanos no nos sintamos tan perdidos cada vez que cruzamos el charco.

E scena tomada en la avenida 9 de Julio -la más ancha del mundo- por la noche. La marquesina luminosa del teatro supongo que serviría para atraer a los transeúntes como la miel atrae a las moscas, aunque cuando la vi, juro que en un primer momento me pareció cosa de alienígenas.

U na imagen de la emblemática y agitada avenida Corrientes, en el centro de Buenos Aires, con sus teatros, librerías y disquerías siempre con nuevas opciones culturales y de entretenimiento. Un pasaje casi obligatorio para los uruguayos -siempre encerrados en nuestro cómodo provincianismo- que vamos de visita cada tanto para ponernos un poco al día con las novedades que ofrece una gran ciudad.

P ara empequeñecer (y humillar) innecesariamente a las pequeñas torres del juego de ajedrez artesanal exhibido en el barrio antiguo de Colonia del Sacramento, en Uruguay, el arrogante faro se erguía en toda su (relativamente escasa) altura. Algunos edificios son muy jactanciosos.

L as amenazas del invierno de presentarse antes de tiempo comienzan a cumplirse y el frío se ha lanzado sobre nosotros como un asesino serial descontrolado. Pero el otoño se resiste valientemente; ya ha despojado a los plátanos de las calles de gran parte de sus hojas y cada tanto lanza contraataques violentos con una de sus armas características: la niebla. Molesta y por momentos peligrosa, la niebla crea atmósferas muy pictóricas, haciendo que mi cámara se dispare casi en forma autónoma.

A mable convivencia entre este perrito que disfrutaba ayer domingo en el centro histórico de Colonia del Sacramento, Uruguay, la tibieza del solcito matinal y esos dos más bien rígidos delfines. Y digo yo, ¿no podrían seguir su ejemplo los hinchas de Peñarol y de Nacional, por decir algo?

D esde que fui por primera vez a Buenos Aires, hace ya más de 50 años, me fascina una casa que está en plena avenida 9 de Julio, frente al obelisco. Es una casita de estilo francés, supongo, pero de suburbio, construida encima de otra, también de estilo francés, creo también, pero de esas que se ven en la ciudad misma, como de diez pisos. Es como esas cajas chinas, o las matrioskas, metidas unas dentro de otras, una forma como cualquier otra de sacarse las ganas de tener una casa de ese tipo en pleno centro de la ciudad, adonde el metro cuadrado vale un dineral.

A medida que las ciudades van creciendo, los pequeños espacios que consiguen hacerse sus pobladores para aislarse un poco de las masas y del ajetreo, como las azoteas, van siendo arrinconados por construcciones más altas, prepotentes, como si se tratase de una enorme partida de go en la cual los más chiquitos siempre acabasen perdiendo. La azotea de la foto, por ejemplo, está como en el sexto piso de un edificio y ya parece rodeada por muros infranqueables, apenas si se consigue ver el cielo desde allí, y quién sabe por cuánto tiempo más...

S iempre escuché decir que Buenos Aires era " la Paris de América ", así como algunos decían, no sé si persisten, que el Uruguay era " la Suiza " de ídem. No sé si la primera aseveración es o no ajustada, pero contemplando la arquitectura de Buenos Aires, uno se puede encontrar con perlitas, como este Moulin- cito Rouge , justo al lado del Congreso.

B uenos Aires es una ciudad refinada (por momentos) y el colmo de ese refinamiento es el poder -como en este caso- admirar una marina en el baño, cuando el líquido sonido de la orina cayendo en el urinario recuerda al de las olas golpeando la proa de un blanco velero que surca las aguas.

E sta mañana salí a fotografiar por la Rambla Sur, motivado por la intensa niebla. En uno de los " ghats " (los llamo así porque me hacen recordar a los de la India), esas bajadas hacia el borde del agua, vi a este joven barriendo prolijamente la escalera. Supongo que, como él obviamente duerme allí y los vecinos de la ciudad son supuestamente responsables por la limpieza de las aceras (algo perfectamente debatible), él decidió cooperar con la limpieza de esta ciudad que sin embargo no lo quiere, porque parece tratar de empujarlo hacia el río.