Pantafotos

M is viejos conocidos los ajedrecistas de 18 y Convención jugaban tranquilamente, como siempre lo hacen. Pero ese día quizás fuese la calma que precedía a la tormenta, porque por si acaso les habían emplazado cerca un policía con perro y todo.

F ui a hacer un reportaje para la revista del diario italiano Il sole 24 ore a un club de italianos residentes en el Uruguay y descendientes de italianos, y antes de sentarse a la mesa para participar de la comilona mensual (prepararon unas lasagnas que estaban buenísimas, según me dijo Leonardo, el periodista) los comensales jugaban a las cartas animadamente. Evivva l'Italia!

E xtraña danza sobre el tablero, creo que la pieza negra de la izquierda acude al rescate de su rey, cercado por las blancas.

N o sé si lo continúan haciendo, pero entonces, todos los domingos de mañana, había una gran reunión de aficionados al ajedrez en la plaza Gomensoro, en Pocitos. Los aficionados más experimentados y alguno que otro maestro que se acercaba a dar una mano, ayudaban a los más jóvenes a abrirse un camino en el mundo de los escaques y los trebejos, como en el caso de la foto.

E n 2002 estaban construyendo el subterráneo en Nueva Delhi y cuando pasé por allí estos obreros jugaban a las cartas sobre el césped de Connaught Place, el centro, por así decirlo, de la capital india.

C omo es probable que no siempre haya compinches para una buena partida de naipes, incluso en Nepal, donde parecería que siempre hay alguien dispuesto a entretenerse con un juego, queda el recurso de jugar al solitario; eso sí, sobre una confortable alfombra y al solcito.

¿S erá un problema generacional? Los jóvenes jugando al ajedrez y los viejos recogidos sobre sí mismos. Y no debe ser precisamente porque el ajedrez sea un juego nuevo ¿no?

P asé por lo que fuera la esquina adonde supo estar la "emblemática" cervecería La Pasiva, como diría la "prensa capitalina" y me encontré con esto, una especie de obra constructivista, pero sin firmar. Montevideo es una ciudad muy artística...

M ás patanes jugando, esta vez a las cartas en una suerte de espacio público para sacar agua y distenderse.

E n el templo budista de Bhoudhanat, también conocido como el "templo de los monos", a las afueras de Katmandú, en Nepal, los fieles también suelen entretenerse con el juego de los reyes; el ajedrez es un juego universal.

M e sorprendió lo popular que es el ajedrez entre los nepalíes, mucho más que entre sus vecinos los indios, a quienes los primeros imitan como nosotros a los argentinos. Estos vecinos estaban jugando en la puerta de sus casas en esa pequeña maravilla fuera del tiempo que es Bhaktapur.

L o lamento, parecían ser muy simpáticos, pero si viven en Patan, la pequeña ciudad vecina a Kathmandú, en Nepal, esos señores pueden llamados  "patanes", ¿no? O quizás el gentilicio correcto sea "pataneses", no tengo la menor idea, pero el caso es que jugaban al ajedrez y eso les otorgaba el derecho inalienable de pasar a pertenecer a mi serie de "ajedrecistas", rama de la otra serie más amplia de "jugadores".

N unca terminaré de entender a la gente: rodeados de pantallas de todo tipo y tamaño, estos tres gandules se deshacían en elogios a sus respectivos iPhones, como si esas minúsculas pantallitas se pudiesen comparar en algo a las arrogantes pantallas de veintitantas pulgadas que los rodeaban. Nunca están conformes.

N o sé si es que yo estoy viejo y los nuevos periodistas que ingresan al desk me parecen cada vez más jóvenes o qué, pero insisto en que la encargada de la nueva sección " Moda infantil y juvenil " de la agencia parece un poco inmadura.

D ispuestas sobre un gran tablero, unas piezas con forma de ciudadanos indios jugaban al ajedrez en la ciudad sagrada de Pushkar, en el noroeste de la India. Al de la izquierda no lo dejaban jugar porque decían que era un perro para el ajedrez.

S in amilanarse por las (relativamente) crudas condiciones climáticas invernales (fue a fines de julio), estos valientes ajedrecistas se enfrentaban en plena avenida 18 de Julio, indiferentes a todo lo que no fuese el choque de alfiles y caballos, en procura de arrinconar al rey adversario.

M ás birmanos jugando, esta vez a las damas, pude identificar el juego, aunque no los exóticos frutos en primer plano, que ellos describían con una palabra que no conocía (¡cómo se aprende viajando!)

E staba dando una vuelta por el caserío junto al río Ayeyarwaddy, en Bagan, y me encontré a este grupo de señores que jugaban con entusiasmo a alguna cosa, no me pregunten qué, si alguien lo sabe, que me avise, puede que sea muy divertido.

S entados en unos pequeños asientos, unos menudos birmanos jugaban al ajedrez en un tablero colocado sobre una mesita también pequeñita. Aunque estaban por allá abajo, su nivel de juego no estaba tan mal, me pareció, por lo que no conviene fiarse nunca de primeras impresiones.

E n Indonesia el ajedrez es muy popular, tanto que los humildes conductores de rickshaws , que pedalean arrastrando un carrito con pasajeros para ganarse el pan, se entretienen jugándolo en las paradas mientras descansan o aguardan clientes.

U na de mis gatas, la rebelde y azoteica Orejitas, tiene, a todas vistas, un complejo de superioridad. Busca los lugares más altos desde los cuales observarnos a todos, humanos y gatos por igual, con principesco desdén. Solamente se digna a poner sus patitas en tierra para acercarse dócilmente cuando le lleno su platito de comida, pero inmediatamente después vuelve a las alturas.

E n el ómnibus cada uno estaba en los suyo, vendiendo boletos, hablando por su teléfono portátil o mirando por la ventanilla hacia la calle. Pero la pasajera en el centro de la foto era de los míos, con su mente sumergida en el mundo de su libro. Click. Una especie de autorretrato.

L a policía de Montevideo se halla abocada a una estrategia de prevención, lo que parece ser muy razonable. Con ese fin y dentro de los parámetros indicados por las autoridades y obedeciendo las órdenes recibidas del mando, personal policial de diversas dependencias estuvo manteniendo una guardia frente al lugar donde se desarrollaba una partida de ajedrez en la avenida 18 de Julio por si las aguas se salían del cauce y se tornaba necesario intervenir manu militari.

N o hay caso, basta con que afloje un poco el frío y la gente se pone loca de alegría. Esta muchacha bailaba aparentemente al son de la música, pero en realidad lo hacía de agradecimiento porque en pleno agosto había podido quitarse un poco el abrigo.

A yer de tarde, al salir de la agencia, la niebla era tan densa que por momentos pensé que me iba a extraviar. En contrapartida, los efectos de las luces de la ciudad difuminadas por la bruma creaban un ambiente mágico que aproveché para registrar con mi cámara.

A yer por la tarde estuvo frío y neblinoso, pero en medio de la ciudad agrisada e invernal, una isla de color rompía la monotonía del paisaje urbano. Las sombrillas de La Pasiva en la plaza del Entrevero (tiene otro nombre oficial que no recuerdo) parecían impermeables colgados de perchas, ofreciendo un espectáculo reconfortantememte surrealista.

M e levanté temprano para fotografiar la gente que llegaba a trabajar a sus oficinas en el centro de Singapur y a la vuelta, nomás me encontré con un montón de jóvenes que hacían cola desde hacía varias horas para ser de los primeros en acceder a unas ofertas cualesquiera en MacDonalds. Estos dos se lo habían tomado con más calma y jugaban a las cartas mientras esperaban a que abriesen.

F ui a un congreso de tatuajes que se realizaba en el Instituto Nacional de la Juventud con la idea de encontrar algo así como una banda de rudos motociclistas, como los Hell's Angels, y en cambio ví estos jóvenes jugando en total calma al ajedrez. Como no me quedé hasta el final de la partida, no sé si al terminar vencedor y vencido acabaron enzarzados en una pelea con navajas y cadenas de moto, aunque lo dudo, eran todos prejuicios míos nomás.

E n este caso el ajedrez era usado como un complemento educativo en una escuela para niños con problemas de aprendizaje. Me hizo pensar en Mafalda jugando al ajedrez con su amiguito Felipe, en la conocida tira de Quino.

F ui a Colonia del Sacramento a tomar fotografías para ilustrar una nota del El País Cultural y en el Club Unión Cosmopolita me topé con este grupo de jugadores de dominó. En la calle estaba fresco -era mediados de junio- y se estaba mejor adentro, especialmente en buena compañía.