Pantafotos

E se viejo antiguo edificio en la Ciudad Vieja presentaba un aspecto macabro, envuelto como estaba en una especie de sudario desgarrado, o telarañas, no podría afirmarlo con precisión, pero se veía mal. Lo único que puedo decir con total certeza es que decidí no volver a pasar por ese lugar después de la caída del sol, por si las moscas...

C uando ingresan a la agencia, a los jóvenes periodistas les prometen grandes reportajes por el mundo afuera. Pero a mi no me engañan, este vendría a ser el avión que debe transportarlos por América, y como puede verse, se trata de un aparato anticuado, a hélice. Los periodistas merecemos algo más que eso.

O tra imagen junto al mar, esta vez en un país tropical y por añadidura, latinoamericano, lo que se traduce en una mayor ligereza de ropas y en una actitud más distendida por parte de la gente.

U na escena marítima en Marruecos, en Rabat-Salé, Salé es la parte vieja de la ciudad, la que se ve en la imagen.

J unto al mar pueden verse muchas cosas, algunas de ellas insospechadas, como esta vaca pastando (?) en una playa paradisíaca de Natal, en el nordeste brasileño.

E n Justine , el primer libro de su Cuarteto de Alejandría , Lawrence Durrell escribió sobre la ciudad " En la intensa quietud de esas tardes de invierno hay un reloj: el mar ". Alejandría es una ciudad marítima; a sus espaldas está el lago Mariotis y un poco más allá, el desierto. Estuve allí en 1998 y cuando me sentía agobiado por la ciudad, sumergida en las privaciones del Ramadán, me iba a la corniche a encontrarme con  mi viejo amigo el mar.

A socié la fotografía de la entrada del miércoles, tomada durante la Marcha del Silencio, con esta otra, de una marcha política que presencié de lejos, como puede verse, en la Ciudad de México en 1979. Aunque son circunstancias muy diferentes, la estructura de las imágenes es similar: un personaje en primer plano contempla a los otros participar en la demostración y el fotógrafo (yo, naturalmente) los mira a todos desde un poco más atrás,

E n la entrada del 30 de abril pasado había una imagen similar; es obvio que en mi barrio el arte está por el suelo, o aún peor, por el suelo y junto al contenedor de basura. No deja de ser una opinión...

A noche, como todos los 20 de mayo y desde hace unos cuantos años, se llevó a cabo la Marcha del Silencio por los desaparecidos durante la dictadura militar en el Uruguay (1973-85). Miles de personas caminaron en silencio por 18 de Julio  hasta la Plaza Cagancha para recordarlos, todos hemos conocido a más de uno, no deben ser olvidados.

S e viene el frío, ya hay que empezar a sacar la ropa de invierno, para poder hacer actividades al aire libre vamos a necesitar taparnos todo lo posible, en especial si tenemos que permanecer inmóviles a la orilla del mar, como el pescador de la foto.

E l pequeño puerto de Piriápolis tiene una historia negra. Según me dijeron, está en una zona de la costa que alguna vez fue frecuentada por seres misteriosos e indescriptibles, poco menos que surgidos del Necronomicon. Algunos signos de este turbio pasado aún pueden verse en las inmediaciones del amarradero de yates. También me sugirieron que evitase en lo posible andar por ese lugar los primeros sábados del mes tras la puesta del sol.

S opla el ceñudo pampero y la temperatura ha descendido bruscamente. Es una tarde de domingo casi invernal, en el puerto de Piriápolis apenas quedan unos pocos intrépidos pescadores aferrados a sus cañas, alguna gente pasea a pie por la vuelta y otros permanecen en el interior de sus autos, como esos tres trillizos, que unánimemente decidieron quedarse a hacerle compañía a su amo en un gesto de total generosidad canina.

D esde la tranquilidad y el silencio de Playa Grande, en Piriápolis, el ruidoso el ajetreo de la capital, incluso el de una pequeñita, como Montevideo, parece algo ilusorio, apenas una suerte de espejismo recurrente.

¿ É se? Es un excéntrico -dicen los demás- siempre queriendo dar la nota, lucir diferente, como si no fuese igual a todos nosotros. Pero el banco hacía oídos sordos a las necedades de los envidiosos. Ligeramente corrido hacia la derecha del balaustre, o como quiera que se llame el objeto blanco ese que le obstruía la visión, podía ver mejor el mar y eso era lo único que realmente le importaba.

P asé frente a la Biblioteca nacional y allá arriba, a la izquierda, descubrí a esa jactanciosa palomita respirando hondo para parecerse a esa (¿gallina?) que retozaba satisfecha a los pies del gran Sócrates.

Y a de retorno de Piriápolis, ciudad cuyo alcalde quiere convertir en una pequeña Niza, según leí en la prensa en los últimos días, me crucé con esta escena de amable convivencia de un par de chicas materas y un superhéroe con aspecto extenuado compartiendo un banco de la Plaza Independencia.

A media tarde llegó el sol, las nubes se molestaron y se fueron, espero que bien lejos. La playa de Piriápolis estaba vacía, los escasos  turistas y locatarios que suelen frecuentarla aún no se habían percatado del cambio y los únicos que la disfrutaban plenamente eran pájaros y perros. Esos dos jugaban con entusiasmo, dueños y y señores de la arena en toda su extensión una vez más.

H oy estuvo lloviznando de manera intermitente durante toda la jornada. Poco después del mediodía pasé por la rambla de Piriápolis. La playa estaba desierta, ni pájaros había, el mar estaba calmo, no corría ni una gota de viento y las nubes envolvían el paisaje como para regalo. Y allí estaba una vez más, la geometría a la que me refería en una entrada anterior, las mismas cosas, pero con otra luz, otro fondo de nubes, prácticamente otro paisaje.

N o es fácil la vida del periodista, no, para nada. Quien piense que es todo agua de rosas en la profesión, se equivoca. Además de tener que almacenar en la cabeza infinidad de datos, frecuentemente inútiles, durante el trabajo hay que estar atento a lo que se va publicando, a lo que hay que enviar de apuro, a las sempiternas y ubicuas pantallas con informaciones imprescindibles, al celular, al teléfono de línea, al carnet de notas, al... en fin, a tanta cosa que al final uno acaba sintiéndose como una suerte de malabarista, manteniendo varias pelotas en el aire mientras hace equilibrio sobre un monociclo en la cuerda floja.

L o primero que pensé al verlos fue que eran unos despistados; cómo es que se les ocurre circular en pleno centro de la ciudad con esas barcas de pesca tan lentas y poco maniobrables? Entonces me explicaron, con paciencia y empleando el tono que se usa con los niños pequeños, que era una protesta de pescadores por el daño ambiental que se viene produciendo en nuestras costas y que repercute negativamente en su trabajo. ¡Ah, claro, ahora entiendo!, les dije.  Era obvio que el despistado era yo.

E sta mañana pasé, como todos los días, frente a una conocida farmacia en 18 de Julio y vi esta cola (varias colas, si quieren) de clientes aguardando para entrar. Debía haber una oferta de champú para perros o algo así.

E se pescador se había tomado el tranbajo de llegar hasta ese lugar relativamente aislado del muelle, alejado de los otros. Podría alegar que lo había hecho porque allí se da mejor la pesca, pero yo no le creería; para mí que era de puro ermitaño, nomás...

E l otoño por estas tierras siempre fue una época del año muy agradable, por su temperatura moderada y escaso viento y para los fotógrafos en particular, por la luz suave y difusa ayudada por la bruma habitual.

L a rambla de Piriápolis ofrece numerosas oportunidades para buscar algo que hacía relamerse de gusto como un gato ante un plato de leche a Cartier-Bresson : la geometría oculta en la vida cotidiana. Es uno de mis "cotos de caza" preferidos cuando salgo a pasear por el balneario.

E l domingo realmente estuvo precioso, los pescadores aficionados estaban de parabienes en el puerto de Piriápolis. Los profesionales, no tanto. Según me dijeron, hay poca pesca y las barcas tienen que alejarse cada vez más de la costa para encontrar cardúmenes.

H oy no me puedo quejar; hizo una tarde de otoño de las buenas, y para mejor, me pescó acá en Piriápolis. Al comienzo, poco después del mediodía, estaba brumoso, pero tan agradable que sorprendí a esta pasajera alojada en el argentino Hotel, que por sus  vestiduras presumo que no era de por estos lares, que se había asomado al jardín tímidamente a disfrutar del tibio sol y con disimulo trataba de imitar en su  pose la sencilla esbeltez de la columna en la rambla, .

E l nuevo servicio de parques y sitios interesantes de la intendencia de Montevideo ha relevado una serie de puntos para pararse y desde allí contemplar las cosas con una perspectiva geométrica, novedosa iniciativa destinada a mejorar la apreciación de la ciudad por parte de residentes y visitantes por igual.

L a muchacha a la izquierda parecía estar sosteniendo una conversación telefónica amena, a juzgar por la amplitud y permanencia de su sonrisa. En cambio uno de los ajedrrecistas, un poco más atrás, se mesaba los escasos cabellos y ponía cara de estar pensando algo así como "¿ De dónde salió ese alfil ?". Cada uno en lo suyo, a escasos metros de distancia.

E l 1º de Mayo de 1978 estaba en Paris y como se conmemoraban diez años del famoso Mayo que paralizó Francia durante un mes, fui a fotografiar, preparado por si tenía que salir corriendo con la policía en mis talones. No hubo nada de eso, apenas unas corridas para recordar viejos tiempos. Por lo demás, fue poco menos que un picnic por las calles, eso sí, bastante concurrido.